
La Vanguardia publicaba ayer en su página
11 un suelto que lleva por título: “Mas, por los ‘productos de casa’”,
cuyo texto dice lo siguiente:
Artur Mas instó ayer a los consumidores catalanes a “apreciar los productos de casa” y a pensar “qué hay y quién hay” detrás de cada compra. Lo dijo durante el acto de inauguración en Vidreres de unas nuevas instalaciones de la empresa lechera ATO –cuyo presidente Jaume Pont, presumió de una elaboración cien por cien catalana-, que aprovechó para reclamar “una visión un poco más integral de los intereses del país”. El presidente de la Generalitat criticó la tendencia a pensar que “lo de fuera queda mejor” y aseguró que esta mentalidad no la tienen en muchos otros países. “Casi todos intentan apreciar lo que es más del país”, destacó Artur Mas, que se refirió también, aunque indirectamente, a un posible boicot a los productos catalanes –a consecuencia del debate sobre la independencia abierto en Cataluña –y consideró que no tendría mucho sentido en el mundo actual y menos en una Europa integrada y sin aranceles.
La pieza es tanto más notable, cuanto que
Cataluña vende al resto de España más de la mitad de sus productos y
servicios. Lo que Mas propone a sus conciudadanos es que se fijen en las
etiquetas. ¿De verdad quiere que el resto de los españoles empiecen a
mirar las etiquetas para dejar en las estanterías los productos
catalanes y comprar en su lugar, los españoles? Aunque sólo rechacen los
de aquellos empresarios que desfilaron tan orgullosos detrás de su
president en la manifestación independentista de la Diada. No sería un
boicot, sino una reciprocidad estricta a la propuesta de Mas. O una
puesta al día de la protección arancelaria que hizo de España un corral
privilegiado para la venta de productos catalanes, fueran o no
competitivos con los de allende los Pirineos.
No era, en consecuencia, una llamada al
boicot, sino a la autarquía. No una autarquía como la franquista, para
entendernos. Después de todo el nivel de vida no admite nivel de
comparación entre estos tiempos y aquellos. Hemos aprendido a vivir
entrampados y el gasógeno de entonces es el Seat de hoy: catalanes,
consumid productos catalanes. Lo que sí entenderá Mas es que su discurso
tenga como réplica otro igual, que invite a los futuros españoles de
que se vayan preparando y consuman a su vez productos españoles (de la
España posterior a la secesión). ¿Quién cree que perdería en el cruce de
apuestas tan esencialistas? La respuesta es los dos, y esto tiene dos
consecuencias:
1.-Perderá más Cataluña, porque su flujo comercial con el resto de España es mayor que el inverso.2.-Puesto que España también pierde, hasta Artur Mas comprenderá que los españoles quieran dar su opinión sobre el asunto. Es algo que les concierne.
Una última consideración sobre la foto.
El presidente de la Generalitat en la Moncloa, en aquella gesta saldada
con derrota. La expresión de su cara no denota felicidad, pero es
especialmente interesante fijarse en las dos bandera que tiene detrás.
Parecen idénticas: franjas amarillas y rojas. Sólo al segundo vistazo se
ve que la franja amarilla de la bandera de la izquierda es más ancha
que en la otra. (Pasa lo mismo con las rojas, pero no se puede apreciar,
porque en la de la derecha no hay ninguna franja roja entera. llama la
atención el gran parecido simbólico para quienes han hecho cuestión
capital de la diferencia. Tal vez el Belloso que pintó la española con
su sangre tenía los dedos más gordos que el Pilós catalán. Maravillas
del nacionalismo.